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dijous, 28 d’abril del 2011

CAPÍTULO SEGUNDO

CAPÍTULO 2
El teléfono de la oficina sonó. Tardó varios segundos en coger el teléfono, tal vez porque estaba buscando algo en el ordenador, tal vez simplemente porque le daba la gana. Al pronunciar “Departamento policial, dígame”, una voz profunda y distorsionada se dirigió a él por su nombre de pila. Rápida y brevemente le dio una dirección, una fecha y una hora.
Dani no le dio importancia, en muchas ocasiones estos tipos de llamadas son solo más que bromas telefónicas, pensó. Miró de reojo el reloj, eran las once de la mañana. Aunque no tenía mucho interés en visitar a Joane, debía acudir a la cita. Desde que el marido de Joane murió, él se había convertido su objetivo principal. Dani ya había rechazado muchas citas de Joane, esta vez era su obligación acudir a su casa para tomar un té.
El policía se montó en su coche deportivo y puso rumbo a la antigua mansión de los Flannagan. El camino que iba desde el pueblo a la casa de campo era largo, estrecho y además no estaba asfaltado. En una de las curvas, ya muy cercanas a la casa, casi tuvo un choque frontal con un coche todoterreno negro. Aunque no pudo ver al conductor supuso que era del pueblo, ya que no mucha gente de fuera frecuentaba aquel camino.
Tanto la verja como la puerta que daba entrada a la casa estaban abiertas. Caminó con paso lento y firme por el camino de piedrecillas. Al entrar por la puerta de la casa pudo ver que algo no iba bien, el mayordomo estaba tendido en el suelo sobre un charco de sangre que parecía brotar de su cabeza. Se refugió detrás de una silla y cogió la pistola que llevaba. Un escalofrío le invadió todo el cuerpo al darse cuenta de que había dejado la pistola en el coche. Se armó con lo primero que vio: Un palo de críquet que llevaba inscrito una fecha y un partido.
Recorrió toda la casa hasta llegar a lo que parecía ser la entrada de un salón secundario. Los pelos se le rizaron cuando oyó actividad en el salón. Todo apuntaba que un individuo estaba removiendo algunos cajones, probablemente buscaba algo. Se armó de valor y agarró fuertemente el palo de críquet por la empñadura. Entró en el salón, vacío. Un gato negro fue lo que supuestamente produjo el ruido que le hizo pensar que alguien estaba en la casa. Cuando fue a agarrar al gato se dio cuenta de que había más sangre en el suelo del salón. Se giró y pudo ver a Joane Flannagan sentada en un pequeño sofá azul. La sangre brotaba de su cabeza, también estaba muerta.

CAPÍTULO PRIMERO

CAPÍTULO 1
El chapoteo de la lluvia fue lo que le despertó. Pudo ver a través de  la ventana que un día amargo y gris se presentaba con una tormenta matutina. Pensó que el hombre del tiempo se habría equivocado el día anterior al decir que se esperaba un día soleado y caluroso. No quería ponerse a trabajar, se fue a la cocina y  preparó unas tostadas con mermelada de fresa casera de su abuela. No veía ni hablaba frecuentemente con su abuela, la mermelada se la había enviado ella en un paquete. Al rato, cogió el coche y se dirigió a los acantilados que había justo al lado del faro. Le gustaba observar como las olas rompían en las afiladas y gigantes rocas.
El paisaje que rodeaba los acantilados era digno de ver, aunque el día no acompañase mucho. Lo verde se extendía desde un bosque más cercano al interior y hasta los mismos acantilados. Unas flores amarillas parecían brotar mágica i desordenadamente del suelo dibujando un mosaico verde y amarillo que resaltaba el color azul del faro. La verdad es que ni el mismo sabía lo que hacía allí, sabía que debería estar en casa, sabía que le castigarían, sabía que de algún modo le harían entender quien mandaba. No estaba seguro de si merecía la pena vivir esa vida, por un segundo pensó en arrojarse al vació.
Volvió a casa a toda prisa, puede que no remediara nada. Abrió el cajón donde guardaba los archivos, la señorita Flannagan era la única que le faltaba. Anotó su dirección y volvió a coger el coche a toda prisa. No tardó más de diez minutos en llegar a la enorme casa de campo de Joane Flannagan. Aparcó el coche cerca de la entrada y tocó el timbre que estaba justo al lado de la verja. El estilo gótico y clásico de la casa le daba escalofríos, o al menos él creía que esa era la razón. De pronto, la verja se abrió automáticamente y avanzó por un camino de piedrecillas hasta la puerta, que también se abrió. Esta vez no fue un mecanismo lo que abrió la segunda entrada de la casa, un hombre de aspecto triste y que hacía pensar que sus días de alegría y juventud habían terminado estaba de pie en frente de él.
El mayordomo de la casa le dio la bienvenida y acto seguido, le cedió el paso. La casa carecía de recibidor pese a su evidente grandeza y antigüedad, la puerta daba directamente a una especie de salón con varias estanterías repletas de libros que confluían con la mansión. La señorita Flannagan apareció entonces, vestía un vestido negro largo con detalles rojos y fumaba un cigarrillo con una larga boquilla blanca. Por su aspecto supuso que tenía visita, o al menos estaba esperando visita.
-Fred-dijo con un tono que denotaba falsa sorpresa- ¿Qué se te ofrece?
-Hola, Joane. La verdad es que quería hablar contigo de algo importante. ¿Puedo ir al baño?
-Claro,-esta vez realmente sorprendida-al fondo a la izquierda. Te esperaré en el otro salón, si no lo encuentras dirígete a Gregory.
Se presentaba una oportunidad sublime de acabar con el mayordomo de la casa. Fred se dirigió al baño, sacó su pequeña pistola del bolsillo trasero del pantalón y le puso el silenciador que guardaba en la parte interior del abrigo de franela. Tiró de la cadena e inmediatamente salió al pasillo, donde efectivamente se encontraba Gregory. Bastó con un tiro certero a la cabeza, por encima de la oreja,  ya que el hombre estaba de perfil. El ligero ruido que produjo el arma no llegó a oídos de la señora, que se encontraba en el otro salón. Fred nunca liquidaba a una víctima sin antes tener un plano detallado de la casa para poder estudiar las posibles entradas y salidas, preguntar por ejemplo donde estaba el baño le servía para guardar las apariencias. Por tanto, sabía perfectamente dónde se encontraba el salón. Recorrió el camino hacia la pequeña sala y por detrás, inserto una bala en la cabeza del objetivo.